La misa para difuntos (1791) (Réquiem en Re menor)
 
La misa para difuntos (1791) (Réquiem en Re menor)

En marzo de 1791, Mozart ofreció en Viena uno de sus últimos conciertos públicos.

Pocos días antes se presentó en su casa un desconocido, vestido de gris, que no quiso identificarse y que encargó a Mozart la composición de un réquiem. Le dio un adelanto y quedaron en que regresaría en un mes. Pero el compositor fue llamado desde Praga para escribir la ópera La clemencia de Tito, para festejar la coronación de Leopoldo II.

Cuando subía con su esposa al carruaje que los llevaría a esa ciudad, el desconocido se presentó otra vez, preguntando por su encargo. Esto sobrecogió al compositor.

Más tarde se supo que aquél sombrío personaje era un enviado del conde Franz Walsseg, cuya esposa había fallecido. El viudo deseaba que Mozart compusiese la misa de réquiem para los funerales de su mujer, pero quería hacer creer a los demás que la obra era suya y por eso permanecía en el anonimato.

Mozart, obsesionado con la idea de la muerte desde la de su padre, debilitado por la fatiga y la enfermedad, muy sensible a lo sobrenatural por su vinculación con la francmasonería e impresionado por el aspecto del enviado, terminó por creer que éste era un mensajero del Destino y que el réquiem que iba a componer sería para su propio funeral.

Mozart antes de morir, consiguió terminar tan solo 2 obras, del resto solo dejó bocetos y notas para su discípulo.


 
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